Hace un par de años, la idea de utilizar las herramientas de la virtualización en los procesos de enseñanza -aprendizaje, parecía implicar la reconfiguración del ambiente educativo universitario y esto no estaba libre de críticas, basadas más que nada en la desconfianza sobre la calidad del proceso asociado al uso de estas tecnologías. El avance en estas materias fue lento y por muchos años el empleo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) quedó relegado a la “sala de computación” que era exigida como estándar de acreditación para las instituciones de educación superior. Lo anterior no puede obviarse ya que esta lenta apropiación de las TIC era ya advertida con el advenimiento del m-learning y el surgimiento del concepto de Tecnología Exenta1. Esta movilidad del sujeto en conjunto con la información que requiere, se estableció tan rápido que en el contexto educativo impresiona no haber visualizado la potencialidad del uso de laptop, tablets y smartphones que permitieran acceder a los procesos de enseñanza y aprendizaje desde cualquier sitio y soporte sin la correspondiente crítica que lo desvalorizaba.
Lo anterior puede entenderse desde la perspectiva clásica de que cada innovación tecnológica genera comportamientos adaptativos inéditos, que requieren de definiciones teóricas, epistemológicas y metodológicas adecuadas que, en este caso, implican la incorporación a un paradigma educativo en una constante evolución, que en un contexto adecuado pueden afectar profundamente el proceso de aprehensión de la información impartida por las universidades. Esta falta de valoración a priori y la lenta incorporación de de la tecnología en el contexto educativo cotidiano influyó en la utilización de éstas dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje universitario de formas inesperadas.
Hoy, en un contexto mundial de interdependencia, el escenario cambió y se impone una ampliación del entorno de aprendizaje, tal como lo definió hace varios años Van de Pol2. Esta movilización de entornos se ha hecho, en muchos casos, sin mediar preparación ni dimensionar las implicancias de extender la experiencia pedagógica más allá de sus límites tradicionales.
Durante la pandemia de 2020, con muy pocas excepciones, se masificó el uso del aprendizaje a distancia, tal como lo estaban haciendo hace varios años los cursos masivos en línea de acceso abierto (MOOC, por su sigla en inglés) y algunos arriesgados curriculums de formación continua o postgrado. Podría parecer que esto no generaría mayor trastorno en el ambiente universitario, sin embargo hubo resistencia al uso de las tecnologías digitales en red desde el inicio. Esto se puede explicar debido al concepto de educación universitaria que se ha ido acuñando por años y a una discusión más que nada centrada en el uso de la tecnología, el tipo y disponibilidad de computador y teléfono inteligente, obviando que la educación es muchísimo más amplia que información o contenido entregado a los estudiantes a través de soportes digitales.
Ha costado aprehender que el entorno de aprendizaje es otro y la experiencia de aprendizaje también tiene otro sentido, donde la tecnología funciona como un espacio auxiliar. Este aspecto paradigmático involucra dos miradas, una en el sentido teórico que fundamenta la acción educativa y otra en entender los espacios en los que se desarrollará esta acción. También persiste la creencia de que la mayoría de los jóvenes de hoy son “nativos digitales” que han utilizado tecnología durante toda su vida, aunque se ha demostrado que no siempre pueden traducir esa experiencia en aprendizaje en línea. Esto implica que las instituciones de educación superior debieran considerar los supuestos culturales y ambientales que sustentan la construcción de “nativos digitales”, si se cumple o no con requisitos básicos como acceso a Internet, tecnología adecuada y habilidades para usar esta tecnología. Es más, en el actual escenario mundial, muchos estudiantes de primer año universitario se ven a sí mismos como “extraños digitales” y enfrentan serios desafíos en el tránsito hacia tecnologías basadas en soportes digitales o cualquier tipo de tecnología basada en línea para la enseñanza y el aprendizaje.
En este proceso complejo, que requiere la adquisición de nuevas habilidades, el uso de nuevas tecnologías, nuevas formas de aprendizaje y la adaptación a un entorno social diferente, no se trata sólo de instrucción en línea, sino también sobre cómo se enfrentará de aquí en adelante el aprendizaje en línea desde la perspectiva de su conveniencia y flexibilidad en los tiempos hasta las barreras que deben superarse y que podrían haberse resuelto en los últimos 5 años.